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Taller avanzado de escritura creativa (Acabado mayo de 2025)

33 comentaris:
EJERCICIO SORPRESA
¿Escritura automática? ¿Sin pensar? Parece fácil si dejas libre al subconsciente, pero también es peligroso ya que pueden salir aspectos que da pudor revelar. Es como una confesión, no estoy siendo original hablando tan solo de lo que me preocupa. No hay reflexión, ni imaginación. Tengo que amordazar a mi mente. Estoy escribiendo sin comas, ni puntos (por cierto como casi siempre). Después llega la parte que menos domino la revisión. Y la valoración.
¡Ya basta¡ Lo mediocre mejor si es breve.
Fina Rivas
Muy buen trabajo
ENTRE LAS ÁNIMAS
Mañana soplará vendaval. No debería subirme a la escalera, atornillándome a los agarraderos hasta alcanzar la tramada cuarta. Las flores en una mano, la bayeta en la otra y el cuchillo entre los dientes por si preciso recortar el cocho donde se insertan las flores.
Si viniera una ráfaga de viento podría caer rodando hasta el suelo. Ya casi, me siento magullada, tal vez herida, a lo peor muerta, con el cuchillo incrustado en mi boca y el ramillete estarcido sobre mi cabeza.
Lo siento mamá. Visitaré tu tumba cuando resplandezca el sol y no perciba ni el aire de mi respiración.
Inma Sierra
Escritura automática
Ya, eso dice, descansamos. No tengo. Voy a escribir por rellenar el espacio. Pura caligrafía. Debería omitir verbos. Solo aire, agua, una luz, reposo, olvido, nulidad absoluta. ¿Será suficiente? Ya, eso digo, descansamos, sí.
No debe tener lógica esto, pero el personal es muy aplicado y sigue escribiendo. “Hay que seguir”, susurran a mi lado. No me apetece demasiado. Tampoco creo que esto responda al enunciado, no es “automático” este proceder mental. Ya paro.
Paco Bolea.
Todo son recuerdos. Hace viento y camino entre los pinos percibiendo su aroma. Contemplo el mar y vuelven los recuerdos. Decido salir de ese escenario y me voy a la heladería donde los gritos de los niños y las risas de los adolescentes me reconfortan.
Josefa Gómez
El bazar chino
Miguel Ángel Albero
Entró buscando una simple bolsita de alcayatas. Nada más. El cartel rojo decía “Todo a 1€”, y las letras titilaban con un parpadeo hipnótico. Dentro, el aire olía a plástico nuevo y esperanza barata. El chino de la entrada le dirigió: tercer pasillo al fondo. Galerías interminables se abrían como arterias de un monstruo que no dejaba de crecer. A cada lado, los estantes rebosaban de objetos supuestamente inservibles: tazas con frases en miles de idiomas, flores de plástico descolorido, muñecos que lo observaban con una sonrisa congelada.
Aunque todavía no había localizado las alcayatas decidió que ya se le hacía tarde y se había de marchar, pero conforme avanzaba las ofertas a un lado y otro se volvían más tentadoras. Tomó un llavero que contenía una foto de Peñíscola; aparentemente no lo necesitaba, pero… por un euro, ¿por qué no?
Comenzó con una cesta. Luego un carrito. Después, un carro grande. Cada artículo le llenaba un vacío que no sabía que tenía. No había puertas, ni ventanas, sólo más pasillos, más objetos. Las alcayatas estarían en alguna parte, pero ya no recordaba para qué las quería.
Pasó tiempo. Cuando entró, en el exterior era primavera, pero llegó un momento en que se activó una megafonía por la que se escuchaba de forma repetida y alterna los villancicos Noche de Paz, Navidad y I wish you a Merry Christmas en un tono agudo y desafinado, por lo que dedujo que seguramente habría llegado la Navidad. Además, la muestra de adornos navideños que afloró en las estanterías se extendía hasta el horizonte. El espacio y el tiempo perdieron todo el sentido. Quizá, pensó, el bazar siempre estuvo dentro de él. O quizá él siempre formó parte de su universo. Siguió buscando, con tesón y con una sonrisa de oferta ideal.
AVENTURA ENTRE PALABRAS
En una tarde de otoño con calor veraniego inicio mi curso de Narrativa. Es una aventura entre palabras de la que surgirán diferentes combinaciones para construir historias. Cualquier historia transmite algo de nosotros, de lo vivido, soñado o deseado. Es proyectarse, revelarse mediante ideas y creaciones que surgen de la imaginación en un momento dado y la técnica narrativa las organiza y da forma. ¡Es una aventura para aprender y disfrutar!.
Amparo Peris
Los cuatro jinetes
SE DISUELVEN EN LA NOCHE como espectros, como imágenes difusas, en un escenario de fuego y destrucción. No son imágenes, no son espectros, son personas que cuando pueden dormir, sueñan con sus perseguidores y tratan de encontrar, bajo la visera de sus cascos, una mirada de compasión. Una melodía fúnebre los acompaña. Huyen de la guerra.
Atrás queda el confort de ayer; la mesa puesta, la sopa humeante, el techo, el oso de peluche. Atrás el compañero haciendo frente a la barbarie.
Lo que han podido salvar, cabe en una mochila, los brazos deben de quedar vacíos para abrazar a los más débiles, para darle la mano a los niños.
Amparo Romero
SIN TON NI SON
Nació un lunes, se quejó el martes, trabajó el miércoles, soñó el jueves y envejeció el viernes. El sábado recordó lo poco que había reído, y el domingo, justo antes de morir, entendió el chiste: nada de eso importaba. Todo lo que temió, todo lo que pospuso, eran trucos de un payaso invisible llamado “tiempo”. Rió tan fuerte que la muerte se detuvo, incómoda.
“¿De qué te ríes?”, preguntó.
“De ti”, respondió él, “de mí, de todo esto”.
La muerte sonrió también, porque al fin alguien había entendido la broma.
Marina Pérez Gutiérrez
Tengo dos hermanos, ninguno de los dos está cuerdo. Mis padres son
asiduos de psiquiatras y psicólogos, y yo estoy loco. En el pueblo nos
llaman la familia de los perturbados, sin embargo, nos consideramos
normales, y vemos a nuestros vecinos como los anormales. Nosotros
somos locos cuerdos, los demás cuerdos locos, y yo me pregunto
¿donde radica la diferencia?, ¿donde la delgada línea que nos separa?.
Pedro Llopis
Era mi momento, pero estaba sin fuerzas, mi memoria no funcionaba y no podía recordar mi texto. Me quedé con la boca seca y a punto de desmayarme. Miré las caras de los actores, debía continuar. No recuerdo lo que dije. Al finalizar la representación me llevaron a urgencias. Diagnóstico: crisis de ausencia. Por cierto, la obra fue un éxito.
ROSA ALBERO
EXPECTATIVAS
La imagen de la chica con el gatito acurrucado en su cuello me ha traido tantos recuerdos. ¿Quizá nostalgia de un tiempo pasado? Recuerdo a Errol tan blanquito, suave y bueno, eran otros tiempos. Todos jóvenes, con energías e ilusiones. Como es la vida, cuantas vueltas da, somos un entramado de seres cuyas vidas se cruzan, se enlazan, se separan.
La reunión presenta tantas expectativas, mucho tiempo sin vernos, puede ser una explosión de emociones pero ¿de qué tipo? ¡Qué zozobra! Bueno, el domingo lo sabré que cada uno hable de lo que quiera y esperemos que la armonía y nuestro cariño se impongan.
Ana Rodríguez
El Gato
Miro por la ventana abierta,con cortina plegable_"No esta , no veo nada, ni nadie"_ "¡ Por Dios ¡ .La preocupacion se apodera de mi alma ,y atraviesa mi cuerpo rapidamente en forma de miedo y panico.Me doy cuenta de que el gato no se encuentra en casa,no maulla,ni se ve rastro de el ,
Dejo atras las emocionres negativas y comienzo a buscar por los armarios. En el fondo de uno de ellos veo unos pelos que se mueven.
_ ¡¡"Es el ,es mi gato" ¡¡....Cambio la emocion rapidamente por alegria y euforia.
Mariola lo vio todo, ella fue la que me advirtió. Después escuché la voz de Antonia, una voz muy potente y desgarrada, que me puso en alerta. Miré donde su mano indicaba y lo ví.
El campanario de la iglesia se había agrietado. De la abertura de la grieta sobresalía la cabeza de un animal. Por su enorme pico negro deduje que era un pájaro. Fue una cuestión de segundos, sus ojos me miraron y caí desplomada.
ESPERANZA ISASI
RETRATO DE MUJER: IDENTIDAD
Hubiera pasado desapercibida como cualquier simple joven. Un jean azul con cinturón y un suéter básico de cuello cisne, cuyo color ocre amarillo contrasta con la palidez de su piel y su descuidada melena oscura.
Pero, apenas atraviesa la salida de la comisaria, salta, impulsando el brazo izquierdo hacia arriba con emoción, mientras el derecho flexionado casi acaricia la calidez de su rostro. Los puños cerrados, para encerrar y olvidar la inmersión de su infierno en un cuerpo ajeno; para decir adiós a tantos instantes de dolor, de aislamiento, de tristeza.
Hoy, es un instante feliz y se refleja en su enorme sonrisa que hasta eleva sus mejillas hacia su respingona nariz. Durante unos instantes mantiene los ojos cerrados para saborear el orgullo de afrontar su verdad ante los demás; para deleitarse en su resolución hacia el futuro.
Ojea su nuevo documento de identidad. Ángel fue un equívoco y Angela, con paso firme, comienza a caminar.
Inma Sierra
Los días de Clara
Clara no sabía estarse quieta. Tenía el calendario lleno de colores: azul para las clases de yoga, verde para las reuniones del grupo de teatro, amarillo para las quedadas con Marta y Leo. Pensaba, que así su vida parecía un cuadro alegre, aunque tanto color solo servía para tapar los huecos en blanco.
Le encantaba reírse fuerte, viajar ligero y empezar proyectos que nunca terminaba. Su teléfono vibraba sin parar pero, cuando llegaba la noche, temía el silencio que se colaba por las rendijas.
Entonces, se prometía que mañana —mañana sí— intentaría quedarse quieta un minuto, sin sentirse perdida.
ROSA ALBERO
REDES
Ella nunca pensó que su carrera sería tan lucrativa. En cambio a sus conocidos no les extrañó dada su forma de ser alegre y optimista, además de belleza, junto a dotes para la comunicación positiva. Sus comienzos fueron pautas y consejos de su especialidad, y poco a poco introdujo productos; eso sí, en segundo lugar, sin mucho protagonismo, sin apartarse de sus valores y honestidad. Lo esencial era su contenido.
Este día, especial en su ciudad, acabó con esta frase: “El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de la primera”.
Como todos los viernes la conocida influencer en filosofía y letras subía su video a YouTube.
Fina Rivas
TELARAÑAS
Me encanta esta puerta vieja de madera rugosa, agrietada y sin barniz, medio desprendida de sus bisagras, que guarda tras de sí reminiscencias de vidas pasadas, recuerdos que se acumulan entre las sombras de tantos objetos dispares.
Un visillo polvoriento, matiza la luz que entra por la única ventana de la buhardilla. Huele a rancio, a cuero seco. El suelo cruje y sobrecoge un poco, la sensación de presencias fantasmagóricas, reprochando la invasión de su espacio.
Veo una silla coja, una muñeca calva de porcelana y trapo. En un rincón, justo donde un fino rayo de sol se ha permitido iluminar el desván, encuentro un abanico roto, que silencia un lenguaje de seducción y misterio. Casi tapado con un mantón, el retrato de un señor de barba blanca. Lo he cubierto totalmente, me intimida su aspecto vetusto y su mirada de búho escudriñador. Percibo en el aire un aroma que no identifico; grasa, aceite de lámpara quizá. Me inquieta ese ligero zumbido que escucho a ráfagas, lejano como de algún insecto.
En el fondo, entre la penumbra, distingo un perchero con sombreros. Aquello me fascina y me acerco con tanto afán que tropiezo con algo que produce un tintineo de cristales. Al apoyarme, no sé dónde, en mis dedos se han enredado telarañas obstinadamente pegajosas.
Tengo la garganta seca y en la lengua el sabor metálico del polvo en el aire. Bajo la escalera consciente de mi imprudencia; debí haber traído guantes y mascarilla.
Mª Nieves Baixauli
Escaparates.
Miguel Ángel Albero
Ya llevo décadas en la redacción del diario. El tecleo de las noticias y el café aguado de la máquina fueron siempre el eje de mi rutina; un metrónomo marcando los días sin sobresaltos. Hasta que llegó Laura; una becaria que estuvo un tiempo con nosotros. Juventud recién estrenada, voz ligera, una forma de moverse que parecía traer aire fresco a aquel lugar detenido en el tiempo.
Fingía concentrarme en mis notas, pero seguía con el rabillo del ojo el vaivén de su cabello, el brillo de sus labios, la curva de su sonrisa, su cuerpo resaltado por esos pantalones tan ajustados. Una noche, ya en casa, busqué su nombre en Instagram y allí estaba: posando en bikini entre las olas, la piel dorada por el sol, con un vestido vaporoso en una terraza nocturna, mirada provocadora, hombros desnudos, bailando bajo luces violetas. Cada foto parecía desafiar la grisura de mi vida actual. Intenté restar importancia a las imágenes. El Instagram es un escaparate donde siempre se exagera la realidad.
Hice cambios en mi aspecto. Un cambio de estilo en el pelo, ropa más informal, un esfuerzo por aproximarme a ella y caerle simpático. Buscaba temas que la hicieran reír adoptando gestos que no me pertenecían. Se diría que le había caído gracioso. O tal vez me mostrara su simpatía por mera cordialidad.
Me aventuré a comprar un par de entradas para invitarla a un tributo musical a Depeche Mode que había programado en la sala Wonder. Le diría que me las habían regalado y no tenía con quien ir. ¿Me atrevería a hacerlo? ¿Acaso le gustaría Depeche Mode?
Esa noche, al salir del trabajo, estalló una tormenta eléctrica. Ella se marchó en dirección contraria acompañada de un grupo de jóvenes que la esperaban en la puerta. Comenzó a llover y me cobijé frente a la cristalera de una tienda de modas. Dentro, los maniquíes parecían observarme fijamente. Un relámpago reflejó mi rostro desgastado en el vidrio superponiéndolo a la piel lisa y perfecta de los maniquíes. Permanecí inmóvil unos minutos mirando a ninguna parte. Reanudé mis pasos bajo la lluvia y de camino me deshice de las entradas arrojándolas a una alcantarilla. El agua se las llevó y desaparecieron, como todo lo demás.
Aquel jueves
Aquel jueves le pareció a Laura un día completo, uno de esos días en los que parecen confluir solo circunstancias favorables. Su abuela, tan querida para ella, tras unos días ingresada en el hospital, había vuelto a casa con el alta médica y el ánimo al alza. Antes, a media mañana, revisando sus datos bancarios, comprobó que, por fin, le habían ingresado los mil ochocientos euros que le debían por un trabajo temporal. Más tarde, compartió la comida con tres excompañeras de la facultad en un restaurante al que solían acudir una vez al mes, saboreando la sobremesa con tanto deleite que le pareció más suculenta que los platos y el postre del menú.
Pero, sobre todo, lo que terminó por convertir aquella jornada en algo excepcionalmente grato, fue la confirmación, a mitad de esa misma tarde, de haber sido admitida como profesora auxiliar de español en una universidad estadounidense de segundo nivel, pero de prestigio creciente. Tuvo noticia de esa posibilidad algunos meses atrás, en marzo, a través de un amigo matemático, mayor que ella, que llevaba ya varios años contratado allí. La verdad es que, aunque no se había hecho demasiadas ilusiones por si finalmente no se cumplían sus expectativas, le seducía la idea de pasar al menos un par de años fuera de su ciudad de cuna y de su círculo de relaciones sociales, alejada de unos padres que, sin pretenderlo, le agobiaban en su afán por pretender que buscase un trabajo estable, que preparase a conciencia las oposiciones a la enseñanza pública. Tampoco le podía retener, hoy por hoy, relación sentimental alguna; desde su ruptura con Mario, su última pareja más o menos sólida, algo que le afectó en grado insospechado, había optado por mantenerse libre de cualquier tipo de compromiso formal.
Por todo ello, al consultar en su móvil el correo electrónico y comprobar que el puesto de trabajo era suyo, no pudo resistirse y saltó de alegría en medio de la calle, gritó rodeada por transeúntes que la miraban sorprendidos e, incluso, estiró sus brazos en señal de victoria, como si fuese un futbolista que acabara de conseguir un gol decisivo. Al cabo, más serena, se ratificó en su convencimiento de que ese jersey ligero, ajustado, entre amarillo y naranja, que había decidido ponerse tras la ducha temprana, aparte de que pudiera favorecer a una chica morena como ella, le daba buena suerte, muy buena suerte, por supuesto, una sensación que tuvo desde el primer día en que se lo puso. Siempre había sido algo maniática en cuestiones relativas a la ropa, del mismo modo que algunas prendas le parecían atractivas y solía ponérselas con una frecuencia abusiva, otras, en cambio, quedaban relegadas al olvido en lo más oscuro del armario, condenadas al ostracismo absoluto. Estaba segura, pues, de que su elección matutina había contribuido en gran medida a una jornada tan francamente positiva.
Ya en su habitación, tumbada en la cama, repasando todo lo sucedido ese día, pensó que a corto plazo se le abría un futuro muy favorable y que, por fin, sus sueños iban a cumplirse. Pero, quizá, olvidaba entonces que no todos los días son jueves amarillos y naranjas.
Paco Bolea (2-XI-25)
Las apariencias engañan
Pamela, tiene poco más de 20 años y siempre ha sido una chica entusiasta y optimista. Sus amigas opinan que es fácil para ella con ese aspecto físico. Es alta, delgada, tienen una larga melena y sus facciones son muy agradables; pero sobre todo llama la atención su simpatía, su inteligente conversación y que allá donde va siempre es el alma de la fiesta.
Sin embargo, la vida de Pam no ha sido siempre fácil y a menudo debe luchar contra sus miedos y sus inseguridades. Su vida se truncó, en plena adolescencia, hace cinco años cuando sus padres perdieron la vida en un accidente de coche. En ese momento, su abuela se convirtió en la persona más importante de su vida. Pero Pamela siempre ha sabido encontrar razones para seguir adelante , siempre ve “el vaso medio lleno”, cree en las personas y ha aprendido a creer en sí misma. Ahora está feliz porque ha conseguido acceder a los estudios que siempre había soñado. ¡Por fin va a ser médico!
M.ª José Ferrer Fuster
Como todas las mañanas Candela baila antes de comenzar el día. Todo el mundo piensa que es porque se siente feliz, pero en realidad solo intenta acallar el ruido y las sombras de su cabeza. Trabaja desde casa, haciendo dibujos para anuncios que casi nadie le compra. Hoy, mientras giraba, una corriente fría le rozó la espalda y la música se detuvo sola.
En la pantalla, un mensaje: “Te he visto bailar.” No tenía remitente. Se quedó inmóvil mirando alrededor con el corazón desbocado. Pensó en las ventanas sin cortinas. Luego respiró hondo, sonrió sin saber por qué… y volvio a darle al play. Prefería recibir estos mensajes a vivir encerrada entre cortinas.
M. Ángeles Núñez-Flores
María es una estudiante de Derecho cuyo futuro profesional depende en gran medida de la nota obtenida en el examen final de Grado. Un examen al que ha dedicado muchas horas, pero que hizo en un momento en el que estaba más abatida de lo habitual.
Solo hace dos años del accidente de tráfico en el que perdió a su hermano gemelo y desde ese trágico suceso sus inseguridades han ido en aumento. Su estado natural desde entonces es de alerta, siempre presagiando lo peor.
Acaba de recibir la noticia de que ha superado la prueba con notable cuando Carlos la fotografía. No quiere olvidar ese momento en el que desborda una alegría casi irreal.
Esperanza Isasi
"La fortuna de Clara
Clara es alta, rubia y discreta, una presencia que parece hecha para los márgenes del ruido. Trabaja demasiado, aunque nadie se lo exija; quizás porque los números, incomprensibles para ella, le hacen creer que debe compensar con horas lo que no puede con cifras.
Tiene un don involuntario: es gafe. Donde va, las máquinas se apagan, los ascensores se atascan y las tazas se caen sin viento que las mueva. En la oficina la aprecian, pero todos respiran con alivio cuando ella sale por la puerta.
Su novio, el segundo —el primero había tenido un accidente justo antes de conocer a sus padres—, dice que su mala suerte es pura coincidencia. Y Clara le cree, porque con él se siente más segura.
Vive tranquila, rodeada de silencio y de un perro que la mira con una fidelidad inquebrantable. Cocina mal, así que se alimenta de sushi y serenidad. No le gustan los sacrificios, prefiere la calma del presente a las promesas del futuro.
Una noche, mientras el barrio entero se quedaba sin luz, Clara encendió una vela. Por un momento, se vio reflejada en la ventana: luminosa y sola, pero viva. Pensó que tal vez no era gafe; quizá era el mundo el que se rompía un poco a su alrededor para obligarla a mirar de cerca lo que de otro modo pasaría de largo.
Y en esa oscuridad, sonrió, convencida de que la suerte —buena o mala— no era más que una forma de estar en el mundo."
ROSA ALBERO
MARTA
Su madre está preocupada, últimamente la nota taciturna, apática. Parece más delgada que de costumbre. Ha hablado con sus hermanos y coinciden con ella, no está tan chistosa y suele ir con prisa a su cuarto, enganchada al móvil. Sara, la hermana confidente, le cuenta que en la universidad los compañeros también lo han notado. Además, desde que va con Enrique no aparece ni por el club de lectura ni por las clases de baile que siempre le han encantado.
Están todos con el tema cuando oyen su voz desde el descansillo. La escuchan firme, serena decir un no rotundo y seco seguido de ¬— ¡no me llames más!— de pronto se abre la puerta, Marta aparece, va a encaminarse a su cuarto cuando se gira hacia ellos, alza los brazos y dando uno de sus pasos de baile favoritos, les sonríe.
Ana Rodríguez
Los días de Clara
Clara no sabía estarse quieta. Tenía el calendario lleno de colores: azul para las clases de yoga, verde para las reuniones del grupo de teatro, amarillo para las quedadas con Marta y Leo. Pensaba, que así su vida parecía un cuadro alegre, aunque tanto color solo servía para tapar los huecos en blanco.
Le encantaba reírse fuerte, viajar ligero y empezar proyectos que nunca terminaba. Su teléfono vibraba sin parar pero, cuando llegaba la noche, temía el silencio que se colaba por las rendijas.
Entonces, se prometía que mañana —mañana sí— intentaría quedarse quieta un minuto, sin sentirse perdida.
MARINA PÉREZ
RETRATO DE MUJER: IDENTIDAD
Hubiera pasado desapercibida como cualquier simple joven. Un jean azul con cinturón y un suéter básico de cuello cisne, cuyo color ocre amarillo contrasta con la palidez de su piel y su descuidada melena oscura.
Pero, apenas atraviesa la salida de la comisaria, salta, impulsando el brazo izquierdo hacia arriba con emoción, mientras el derecho flexionado casi acaricia la calidez de su rostro. Los puños cerrados, para encerrar y olvidar la inmersión de su infierno en un cuerpo ajeno; para decir adiós a tantos instantes de dolor, de aislamiento, de tristeza.
Hoy, es un instante feliz y se refleja en su enorme sonrisa que hasta eleva sus mejillas hacia su respingona nariz. Durante unos instantes mantiene los ojos cerrados para saborear el orgullo de afrontar su verdad ante los demás; para deleitarse en su resolución hacia el futuro.
Ojea su nuevo documento de identidad. Ángel fue un equívoco y Angela, con paso firme, comienza a caminar.
Inma Sierra
El banco
Mediana edad, ojos profundos como de haber llorado mucho. Cejas finas y pómulos salientes. Sentada en un banco del parque sólo se adivina su esbeltez. Los vaqueros y la camisa le hacen parecer más joven. La cabeza inclinada, se diría que la barbilla descansa en el escote, sobre el pecho. Su postura indica tristeza y desolación . Mira el reloj. Hora de volver a casa. ¡Horror!¡Ahora tendrá que aguantar sus gritos!
ROSARIO ESTELLÉS
Hoy puede ser un gran día
Sus padres no estaban de acuerdo, pero sus amigos y compañeros le apoyaban y animaban. Desde que era niña, Lucía soñaba con estar frente a una cámara: sonrisa perfecta, música alegre y colores brillantes hacen que todo pueda ser posible.
Un día recibió un mensaje en su teléfono: “Has sido seleccionada para el anuncio de la campaña de Navidad”. Era un papel sencillo: - una chica que toma un poco de turrón y sonríe-, pero para ella era mucho más que eso. Era su oportunidad para darse a conocer. El día de la grabación le arreglaron el pelo, maquillaron y le dieron el guion. Ensayó durante unos minutos y cuando escuchó al director decir: “¡Acción!” sintió una mezcla de nervios y felicidad. Estaba cumpliendo lo que tantas veces había imaginado.
Cuando todo terminó, Lucia rió y bailó de satisfacción. Más allá de vender un producto, había logrado vender algo a sí misma: la certeza que los sueños, con esfuerzo y alegría pueden hacerse realidad.
Amparo Peris
Pablo es un hombre tranquilo, afectuoso,ahora ha cumplido los 54, le gusta vivir y complacer.Su vida la tiene resuelta y con lo que tiene es féliz...saborea la vida sin prisa.
Físicamente es corpulento y ya no tiene que preocuparse X arreglarse el pelo., es apacible y un tanto desenfadado, no es estricto ni riguroso...alguien con quien se está a gusto.
Hoy no trabaja, tiene el día libre y decide ir a ver como van las naranjas en el huerto.Es primavera, los árboles están llenos. Habrá que avisar a toda la familia que ayuden en la cosecha, es un buen año, y de paso hacer una buena paella, contarse historias o desventuras, porque comiendo,riendo y trabajando es la mejor forma de pasar un día.,liberarse de lo cotidiano, hacer vínculo y aprender a disfrutar de la vida....sacándole el fruto...ja ja
MARÍA TERESA HERNÁNDEZ
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